Mira.
Te cuento una historia personal que igual te interesa.
Cuando mi ex me mandó al carajo’.
Mi mundo se desmoronó.
Pensaba cosas muy oscuras.
Que ya nunca sería feliz.
Que ya nunca tendría pareja.
Que ya nadie me querría.
Que ya nunca tendría sexo...
Recuerdo cómo hacía las cosas cotidianas diarias.
Por ejemplo, recuerdo cómo andaba por la calle,
o cómo hablaba con mis compañeros de trabajo.
Todas aquellas cosas tan sencillas ya no eran tan sencillas.
Andaba por la calle sin rumbo.
Sin saber dónde cojones’ iba.
Con una tristeza increíble.
Hablaba con mis compañeros y en todo momento estaba ausente.
Me preguntaban: ¿qué te pasa Fernando?
Y yo no sabía qué responder.
Una combinación de vergüenza y profunda tristeza me tenían en “fuera de juego”.
Incluso ir al gimnasio era un suplicio para mí.
Me costaba muchísimo trabajo mirar a las personas y hablar con ellas.
En fin, un dolor muy grave se apoderó de mí.
No era yo.
Era otra persona.
Otra persona muy jodida, mental y emocionalmente.
Pero…
Entonces empezó a pasar algo…
Resulta que al cabo de unos días, empecé a sentirme mejor.
(Repito, fue mi ex la que me dejó a mi, era yo el abandonado…)
Recuerdo…
…que al poco tiempo, pasó algo…
¿Qué pasó?
Pues que contacté con mi pareja para decirle algo.
¿El qué?
Pues que teníamos que quedar para anular nuestra unión de hecho (algo parecido al matrimonio, seguro que sabes lo que es, papeleo, burocracia…).
Mi ex se quedó helada, no entendía nada.
Le sorprendió muchísimo la rapidez con la que le pedí disolver nuestra unión.
En ese momento comenzaba a sentirme muy seguro de mi mismo.
Estaba mucho más animado.
Comenzaba a ilusionarme con nuevos proyectos.
Incluso, comenzaba a pensar que nuestra ruptura amorosa era un regalo de la vida.
Sabía que la cosa comenzaría a mejorar mucho, muchísimo.
No era muy normal que estuviera tan bien teniendo en cuenta el poco tiempo que había pasado (pero claro, esto tiene su explicación…)
La cuestión es que para llegar a ese punto pasaron cosas.
Y en especial una de ellas fue determinante.
Y ojo, porque es algo muy sencillo, pero que pocas personas aplican.
¿Y?
Pues que tengo una newsletter gratuita en la que explico, concretamente, esa técnica en el primer email.
Igual te interesa apuntarte y conocerla.
Atiende, lo que yo hice resultó ser absurdamente eficaz para mi, pero…
…igual a ti no te sirve.
Somos personas con circunstancias personales diferentes.
Esto no es una competición.
Ni se trata de hacer comparaciones.
Esta aclaración la he querido hacer porque veo que el mundo está lleno de “maestros espirituales”.
De “personas” que son capaces de arreglar tus problemas en 2 horas con una baraja de la brisca y un incienso mágico de ajo morado de “Las Pedroñeras”.
De “personas” que no tienen escrúpulos y que sólo quieren agujerear tu bolsillo.
También quiero dejar claro que soy una personal normal, igual que tú.
No ando sobre las aguas.
Tampoco me ducho con agua helada.
Nada de eso.
Soy un tío de barrio como tú.
Que tuvo una ruptura amorosa traumática en el pasado.
Que tiene sus labores diarias.
Que por la noche ve una serie de Netflix.
Que los viernes por la noche come pizza en el sofá y se mancha el pijama de aceite.
Etcétera.
Hechas las aclaraciones…
Si te sirve lo que yo hice, bien,…
…que no te sirve, pues no pasa nada,…
…hay muchas más técnicas que abordar (también hablo de ellas en la newsletter).
Lo dicho, si te interesa saber lo que yo hice (conocer dicha técnica disparatadamente eficiente), la opción de suscribirte la tienes justo abajo:
¿De qué va la newsletter?
Te cuento muy rápido.
PD: haz con esta información lo que quieras.
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